El Abogado que Aprendió a Escuchar: Una Lección sobre la Importancia de Interesarse en los Clientes
Había una vez un abogado llamado Lucas que tenía un bufete de abogacía en el centro de la ciudad. Era conocido por su gran habilidad en los tribunales y su apariencia seria y distante. Sin embargo, tenía una debilidad: no era muy bueno en atender a sus posibles clientes.
Un día, un hombre llamado Juan llegó a la oficina de Lucas buscando ayuda legal. Juan tenía un problema legal complicado y estaba nervioso por cómo sería recibido por el famoso abogado. Pero, desde el momento en que entró por la puerta, pudo darse cuenta de que Lucas no se interesaba sinceramente en él.
Lucas apenas levantó la mirada de su escritorio y no sonrió. No se molestó en preguntarle a Juan sobre su problema o cómo se sentía al respecto. Además, Lucas no recordaba su nombre, lo llamaba "señor" en lugar de dirigirse a él por su nombre.
Juan trató de explicar su situación, pero Lucas no lo escuchaba realmente. Estaba distraído mirando su teléfono y respondiendo correos electrónicos. No animaba a Juan a hablar o a expresar sus preocupaciones. Juan se sentía ignorado y poco importante.
Lucas tampoco hablaba de lo que realmente interesaba a Juan. No se tomaba el tiempo para entender sus necesidades y preocupaciones. En lugar de eso, hablaba de su propio éxito y de los casos importantes que había ganado. Juan se sintió frustrado, ya que Lucas parecía más preocupado por su propio ego que por ayudarlo.
A medida que la reunión avanzaba, Juan se dio cuenta de que Lucas no hacía que se sintiera importante. No mostraba interés genuino en su situación y se mostraba indiferente a sus preocupaciones. Juan comenzó a sentirse incómodo y decepcionado con la actitud de Lucas.
Al final de la reunión, Juan se levantó para irse, sintiéndose insatisfecho y desanimado. Lucas apenas levantó la cabeza para despedirse y no hizo ningún esfuerzo por retenerlo como cliente. Juan se fue de la oficina de Lucas con la certeza de que no volvería.
Desde ese día, Lucas aprendió una valiosa lección. Se dio cuenta de que no solo era importante ser un abogado habilidoso, sino también ser un buen oyente, interesarse sinceramente en sus clientes, recordar sus nombres y hacer que se sientan importantes. A partir de entonces, cambió su actitud y se esforzó por brindar un trato amable y atento a todos sus clientes, para que se sintieran valorados y apreciados. Aprendió que el éxito en su trabajo no solo se trataba de ganar casos, sino también de construir relaciones significativas con sus clientes. Y a partir de ese momento, su reputación mejoró y su bufete de abogados floreció.
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